sábado, 14 de abril de 2012

0006: Laia Fàbregas, escritora catalana-holandesa

Laia Fàbregas (ver su página) escribió Landen, una novela que os aconsejo encarecidamente por su original narrativa, su historia y sus frescas reflexiones. Esta novela fue a parar a la biblioteca del Civivox de Pamplona. Yo tenía ganas de leer algo nuevo y, al azar, me fijé en su título, su contraportada y en el nombre de una escritora catalana. Empecé a leerlo y me enganché enseguida. Quise contactar con Laia para este blog. Estuve la semana de Pascua en Barcelona, y se lo comenté. Ella tenía una reunión al día siguiente en Barcelona y podíamos vernos después para una entrevista. ¿Casualidad?
Laia vive entre España y Holanda y escribió, antes de éste, La niña de los nueve dedos. Su sentir acerca de la literatura, el oficio de los escritores, el arte y la actitud a tener ante la vida y el incierto futuro me pareció muy interesante e inspirador. ¡Espero que os merezca la misma opinión!



¿Qué tal con el arte?
Yo nunca me veía siendo artista, aquello de ir a una galería y tener las cosas colgadas... En esta escuela de Ámsterdam aprendí que la pintura y la escultura sí que me gustan para mirarlas en un museo, pero no es lo mío hacerlo.

Lo descartaste.
Lo fui descartando, sí. Tenía ideas, porque yo en el arte siempre he sido más conceptual. Y a raíz de estas ideas acabé metiéndome en los libros, porque lo que me gustaba era crear una historia. De esto me di cuenta en esta escuela de arte. Luego, un agente literario leyó las veinte páginas que había escrito de un relato. Me dijo que estaba muy bien y me pidió más cosas. ¡Pero yo no tenía más cosas en holandés! Entonces me dijo que él ahí veía una novela, y que tenía que seguirlo trabajando. De ahí salió La niña de los nueve dedos. Pasaron cinco años hasta que se publicó, porque yo trabajaba.

A partir de este momento, ¿la segunda novela cómo salió?
Yo siempre digo que las novelas me salen a partir de una frase.

¿Una frase?
Sí. La primera fue “Me llamo Laura y tengo nueve dedos” y ésta, Landen, es “Murió durante el aterrizaje”.  Hasta ahora ha sido así.

¿Esto podría ser una seña de identidad tuya?
¡De momento lo es! Por eso, cuando publiqué La niña de los nueve dedos, ya tenía pensada la frase del siguiente libro; aunque muchos digan “después del primer éxito ya no sabes cómo continuar”, a mí no me pasó, porque ya tenía la frase. ¡Aunque no sabía dónde me llevaría! Pero ya tenía la chispita para empezar. Mucha gente empieza haciendo un esquema de toda la novela, pero yo no. Nunca sé dónde voy.

¿Cómo fue la experiencia de publicar un primer libro?
El agente me consiguió un contrato con una editorial, así que pensé que debería escribir un libro. No lo había hecho nunca, pero ahora, con el contrato, tenía que hacerlo. Cuando lo terminé, pensé en traducirlo al catalán para que lo leyeran mis padres y ya está. Pero luego... Mira, La niña de los nueve dedos salió en Holanda en enero de 2008. Pues en octubre de 2007 mi editorial la llevó a la Fira de Frankfurt y le habló a todo el mundo de que era fantástico, aunque aún no se había publicado en Holanda. Y compraron el libro los noruegos, los daneses, los franceses, los italianos y los españoles (la catalana vino más tarde). Así que antes de que el libro saliera en Holanda, ¡ya estaba vendido en varios países!

Antes de hablar más del libro, quisiera hablar sobre ti como escritora. Ser escritor hoy en día... ¿Cómo está la cosa?
Pues está difícil. Vivir sólo de escribir, con libros de este tipo, es difícil. Cuando haces bestsellers no, claro. Pero se van combinando cosas que ayudan a mantener un poco la situación económica; el tercer libro en el que estoy ahora, una traducción, escribir una obra de teatro... Pero es muy difícil, sí. Yo tengo la suerte de haberme abierto tres mercados a la vez, el catalán, el castellano y el holandés, así que tengo más posibilidades. 

¿Habría que volver a fomentar la lectura, los círculos de lectores...?
Si la gente quiere leer en e-book o en papel, eso que cada uno elija. Yo sé que el e-book puede ser muy útil por cuestión de espacio. Pero lo que más me preocupa no es cambiar los hábitos de e-book o libro, sino el convencimiento generalizado que hay de que todo debe ser gratis, bajable por internet, y que la cultura está ahí por arte de magia. Cuando yo explico que de cada libro, que cuesta 18 euros, me quedo 1.8, la gente se queda patidifusa. “¿Cómo puede ser?”. Pues sí, sólo te quedas el 10%, y aún has de pagar impuestos, autónomos, etc.

Hoy se ve mal cualquier propuesta de empezar a cobrar por cosas de estas.
Sí, son acusaciones cruzadas: los consumidores se meten con las distribuidoras o con los que cobran. Pero, ¡hola, los autores estamos ahí atrás! A mí me gustaría verme cara a cara con los consumidores y que me digan: “No, no, es que a ti no te quiero pagar nada, porque esto que haces no vale nada”. Bueno, pues si no vale nada no te lo leas, pero quien se lo quiera leer, ¡que me explique por qué yo no he de cobrar nada por lo que hago!

Vi en tu página esa idea de que la gente te enviara cartas que no se iban a abrir nunca. ¿Cómo ha ido la cosa?
Pues tengo unas 150 ahora, me parece.

No las has abierto, ¿no? ¿Podemos saber un poco de qué va la idea?
Pues la idea era: Willemien está enferma en Figueres, se siente sola y una de sus obras de arte será pedir a la gente que le mande cartas que ella no abrirá nunca. Para mí la idea era traspasar la pregunta al lector: ¿tú qué escribirías en una carta que no va a leer nadie? ¿Pondrías algo?

En el libro, Roberto explica que sus raíces son “el intervalo” entre todos los sitios a los que viaja. Por curiosidad, ¿esto te ha pasado a ti?
Es cierto que al vivir en dos sitios con dos culturas tan distintas, pues cuando estoy aquí me siento de aquí y después de tantos años allá, también me siento de allá, sobre todo porque he aprendido la lengua. Y yo vivo también de la lengua holandesa.

Sobre el final del libro, debo decir que me sorprendió. ¿Qué pasa con esa palabra?
(Se ríe). Es una palabra que no existe, me la inventé. De hecho, en el libro la leen tres veces, y las tres de una forma diferente, y ninguna significa nada. Me hace gracia que algunas críticas digan “dentro de la caja hay una palabra escrita en un papelito”. ¡No! Yo no he dicho que esté en un papel, ni siquera que esté escrita en la caja: hay una palabra, no tiene más. Cada uno se lo imagina.

Ahá.
Lo que hay detrás de esta idea es que la gente siempre quiere saber el significado de las cosas. Cuando escribes un libro: “¿qué quieres decir con esto?”, o “¿cuál era tu intención detrás de esta historia?”. O la gente que dice que no le gusta una obra de arte porque no la entiende. Pues la idea es esa: hay cosas que no hace falta entender. La miras, la lees...

¿Te ha pasado muchas veces esto de que, con el tiempo, comprendes que algunas cosas te han ocurrido por algo?
No, pero hay cosas que tú no eliges pero se te presentan y las agarras. Por ejemplo, un grupo de teatro holandés me pidió que les escribiera una obra. Ellos estaban empezando, y leyeron un artículo en el que yo hablaba de Paul Auster, y ellos en ese momento también estaban bastante con Paul Auster. Me llamaron. A mí me interesaba probar cosas nuevas, y escribí la obra de teatro. ¡Nunca lo hubiera dicho, pero lo hice! Casualidad, no sé...

También dices en ese diálogo que se pueden hacer dos cosas: andar buscando o decir “hoy no sé qué me va a ocurrir, pero lo voy a coger”. Pero, ¿y si no pasa nada?
¡Claro, hay muchos días en los que no pasa nada! A mí, en los primeros años, no me pasaba nada. Pero mira, de golpe y porrazo tuve contacto con una editora, y al final saqué el segundo libro con ellos. Claro, esto fue cuando llevaba 3 años en Barcelona sin que pasara nada, ¡hay que esperar a que vengan las cosas! Aunque no quiero parecer aquello de “la ley de la atracción”, los que dicen que si quieres que te pase algo lo que has de hacer es pensar en ello y, de alguna forma, lo atraerás.

Un poco supersticioso.
Bueno, sí. Pero luego también te pasan cosas malas, y entonces la cosa es saber cómo encajarlo. En mi generación crecimos pensando: iré al cole, luego a la uni, luego me casaré, tendré trabajo, hijos, etc, esto es lo que tengo que hacer, y lo he de ir buscando. Pero la vida no es así. Quizás la pareja no te llega cuando querrías, o el trabajo. Entonces, este desengaño del buscar, buscar, buscar, pues... ¡Mira antes qué es lo que hay! Y si llegas a los treinta sin tener hijos, ¿qué pasa? Pues la reflexión es un poco esto: tranquilo, ¡y mira a ver qué pasa!

Tranquilo pero despierto, ¿no?
Sí, exacto.

¿Alguna anécdota concreta del libro que te haya pasado a ti?
Sí, eso siempre me lo preguntan. Una de las más divertidas de explicar es lo del ciclista que le dice a la chica “you are very nice”. A mí me pasó un día que iba por Barcelona y se me acercó un extranjero y me dijo esto. Yo estaba esperando el autobús, y era un día de esos de mala leche.

Hablas del arte y también hablas del periodismo, cuando la Pérez-Holst hace el artículo en el que Ella no se reconoce. ¿Hay aquí una crítica al periodismo?
En el fondo ella dice que no se reconoce porque no se reconoce en ninguna parte. O sea, ella no se sabe ver desde fuera; se relaciona poco con la gente, y le cuesta ponerse en otro punto de vista. Y por otra parte sí, a veces en una entrevista en la que he hablado mucho, pues resulta que el título es una mini-frase que no tiene nada que ver, que te lo han metido a cucharadas.

Pues muchas gracias por este rato, la verdad es que he disfrutado mucho.
¡Me alegro!